martes, 22 de agosto de 2017

La Ley

Mientras el cielo gris de la ciudad, opacado por los humos nocivos, ponía las cortinas de la noche, no podía encontrar mejor momento para caminar. Las luces titilaban, los bares estaban cerrados y los parques muertos de invierno no permiten la entrada de los guardias; ningún vagabundo paseaba por mis calles, las prostitutas se quedaban en sus casas, recibían subsidios del gobierno. Aquellos viernes azules se habían acabado, ahora la ciudad pertenecía al pecado; no un pecado capital, amante de dinero, no, aquellos pecados no eran de papel, son placenteros, pero nadie se queja. Las ventanas permanecen cerradas, con cortinas, nadie de la vida moderna, taciturna y moderna, gozaba de los espectáculos; duermen a las 8:00 pm y despiertan a las 6:00 am. Siempre la misma rutina, rondas seguidas de desesperanza y calles sin luces internas.

El lago, a la salida de la ciudad, amortiguaba los rayos de las estrellas, mientras un par de cuerpos, contados en cientos de parejas, se bañaban en sus aguas, matando de improviso cada defecto de sus cuerpos, contando las luces de la oscuridad. No intentaba hacer nada, mi único deber era evitar la sangre sobre las aceras, velar por las rosas que no manchaban el canal. El mismo desierto, el mismo bosque, los mismos caminos de la montaña, los ríos corrían por los mismos sitios, por donde debían pasar. La corriente, las aguas, empujaban suavemente los cuerpos, los llenaba de virtud antes de tirarlos a la cascada, reventando sus huesos contra las rocas, inexistentes; la cascada invisible y la lluvia inquebrantable que nuevamente caía. Debía seguir sin hacer nada, no estaban causando desastres, no importaban sus ojos, solo podía volver a caminar entre la multitud de árboles, ya no existen los hospitales.

Pueden hacer lo que quieran, matar a los ricos, desollar a los pobres, cantar a los vagabundos, siempre; si lo deseas lo haces, lo piensas lo haces, esa es la ley.

Cuando llegan los días más célebres, siempre hay secuencias de asesinatos, robos en cadena y votaciones licitas en favor de la dictadura, pero en la estación nunca suenan los teléfonos, jamás llaman a la policía, ya no es nuestro deber, y gracias a dios, solo hay 3 oficiales en la comisaria. Dave Crofor siempre se hallaba sentado detrás de su mesa, comiendo donas y viendo pornografía, la verdad no hacía nada, pero el alcalde sostenía que era mejor dejarlo en la oficina a arriesgarse a multiplicar el número de violaciones, que de igual manera no nos importaba, aunque seguía sin permitírsele la salida diurna. Alan Claimore, un marginado social que ordena los papeles de la oficina, hace la parte intelectual de los casos y es el único que maneja el laboratorio. Luego estoy yo Daniel Pepper, el único imbécil que recorre las calles.

Mientras entro a la calle 6, pasando por la avenida New York, el clima de los edificios se enfría. Durante la mañana del mismo 12 de febrero ocurre el colapso mental de 10 de los 20 internos psiquiátricos, todo según las leyes de la república. Cuando paso por los callejones ubérrimos, las mansiones de los pobres mandatarios estallan, aunque ya no viven allí. El alcalde se mudó hace un par de meses, dejando únicamente la suciedad minera de su pensamiento. Su hijo había sido asesinado hace un par de semanas, pero la ley abalaba su asesinato; según el juez, único en la ciudad. El pensamiento del asesino concordaba con los hechos, no hubo necesidad de capturarlo, se entregó el mismo día; por lo que se le dio al culpable la acusación de inocente, a pesar de colgar la cabeza del patio de la familia, arrancar uno por uno los dedos, de manos y pies, y colgarlos del árbol central del parque, haciendo una bonita decoración de navidad, viva, en movimiento. Al parecer los choques eléctricos funcionan igual o mejor que el corazón, permiten la vida de un cuerpo, aunque sin cabeza, sin extremidades, un mínimo cadáver. Cuando lo que quedaba del cuerpo llego al recinto de inspección aún movía los muñones y las venas palpitaban fuertemente.


La semana pasada, nada más recoger los restos, colgué al jefe del mismo árbol. Ahora tomó la pistola, dispuesto a pegarme un tiro. Me hace falta volver a mi infierno, las almas trepidantes, embutidas en sarcófagos. y la magia de la liberación, mientras se pudren en tarros de azufre. Que bonito es ser el diablo.


lunes, 14 de agosto de 2017

El Camino

El camino que llevaba a casa variaba en distintos puntos, en unos era ancho y en otros mucho más estrecho, esto hacia menguar los sentimientos, pues nunca se estaba preparado para afrontar las adversidades de una nueva aventura. El camino nunca era el mismo. A pesar de conocer las distintas variaciones, jamás se presentaban en el mismo lugar; era muy extraño observar más de 2 metros de magnitudes similares. Se presenciaba un enjambre de alucinaciones, todas increíbles, y uno siempre debe estar dispuesto a recorrerlas. Sino se corre el riesgo, nunca ha de llegarse al hogar amado, puedes terminar en lugares desconocidos, en edificios enterrados tras la guerra, en hogares de paso, o incluso en prostíbulos que se encuentran en funcionamiento.

Hay quienes cometen el error de creer que estas vivencias son productos del azar, pero nada puede ser más falaz, todo lo que aparece ante tus ojos es el vivo deseo del subconsciente, la viva representación de los deseos prohibidos. No es raro ver que muchos hombres luego de haber viajado por primera vez a sus trabajos, cuando intentan volver con sus esposas e hijos, en vez de regresar a la casa que se les ha otorgado, terminan perdidos en los vicios que les ofrece el pecado, siendo tan solo un producto de su mente, tan real como cualquiera de nosotros.

Aquel camino, en ocasiones, se parte en pedazos, dejando los cadáveres regados, donde todos los pueden ver. No se precisa de agua o comida dentro de ellos, una vez se ha dado el primer paso; las necesidades fisiológicas se suspenden en el aire, un aire narcótico, y se pueden pasar horas sin probar una sola gota de café o trozo de pan. Mientras pasa el tiempo, aunque el cuerpo no lo sienta, las grasas del abdomen desaparecen, el corazón palpita lentamente y el agua se esfuma, como pequeños lazos de evaporación, a pesar de ser un sueño, una realidad distante. He ahí el motivo por el que aquellos que no salen a tiempo son desprendidos de sus entrañas y tendidos en la acera, cuando todavía son algo reconocibles, pues sus desfigurados rostros, quemados por el sol, apenas pueden distinguirse de las mantas de polvo que cubren el asfalto.

El reloj se detiene y nos deja atrapados en un periplo de tiempo, donde yo no avanzo ni el mundo se detiene, todos nos ponemos de acuerdo para dejar pasar cuanto sea necesario, siempre y cuando no sea suficiente para matarnos. Ha llegado a haber muchachas, incluso señoras, que utilizan tales ecuaciones como tratamiento estético, con resultados que suelen ser positivos; desgraciadamente son pocas las mujeres que trabajan en nuestro bloque. La compañía regula aquellos viajes, aunque el reloj se detenga; no suelen durar más de cinco minutos, desde cualquier hogar hasta la propia empresa, por lo que nadie llega tarde, a menos que se pierda en la inmensidad de su camino, en la alucinación realista y en los pensamientos que lo reconfortan.


Hoy temprano, cuando me preparaba para salir de la larga jornada; antes de abordar el rustico transporte, se detuvo la producción, se taparon las ventanas y se llamó a los médicos, dos sujetos salieron de las curvas discontinuas contando más de 12 horas de estar allí, no paso mucho para que el viento se los llevara, la duración había sido demasiada y el aislamiento quirúrgico, no llego a tiempo. No se llamó a sus esposas, según ellas, ya habían muerto.

miércoles, 2 de agosto de 2017

Vuelan por las Nubes

Vuelan por las nubes,
Las ráfagas y migajas,
Dejan partir las urbes;
Engañan a las masas.

Mata aquella facción del campo
Que ya ha de perder su objetivo,
Recuerda que las nubes son del tiempo
Y el llano de los mismos obispos.

No le grites al oído,
Magulla cada palabra
Evita a ese moribundo,
Desangra la campana.

No olvides la patria,
La propia servidumbre,
La tiranía, la monarquía,
Quien te da el pan de la tarde
Y acaba por mendigarte.

El propio Dios
Los mando al infierno,
Le tiro los cuerpos,
Y se ahogó;
Aun en manos de cristo.

La acera calla en tu nombre,
Recuerda esa triste despedida,
Llama lentamente al diablo
Esperando el horizonte,
La divagación del mañana.

Recuerda el llano en llamas,
La sabana en tus campos
Y las pesadas castas de la selva,
Olvidados en los olivares.

Mátalo, deshazte de su cuerpo,
Que estorba a la servidumbre,
A los hombres moribundos,
A los pastores de la índole.

Aquel que te sonrió
Es el enemigo de tu patrón,
Del dinero de tu bochorno,
Del humillar matutino.

Compras con pasado,
Malgastas en futuro,
Mendigas en presente
Y mueres cada que obedeces.