El café de la mañana,
El café en la barra del bar,La tasa que se esconde,
Busca donde descansar.
El tinto que se enfría,
Se desase el cubo de azúcar,
Se moja con la noche, fría,
Aromática donde se puede relajar.
Amargo en la tarde,
Salado de noche,
Tan normal que no se me olvida,
Ni siquiera a medio día.
Caminos de herradura,
Pasa ríos a zancadas,
Perdido en la montaña.
Después de pasar por tus manos,
Sirves el agua hirviendo,
Luego la leche
Y un susurro para el viento.
Las palabras del aroma,
El perfume de tu corazón,
Ese aroma, en tu ventana se asoma.
Pasas por las ventanas,
Te acuerdas a lo lejos,
Me dejas sobre la mesa.
Por las caderas
Y por la tasa que sostenía,
Hasta que por fin llegue a sus ojos,
A la plaza que me premiaba,
Con pequeñas gotas de café,
Dulce por tanta azúcar,
Suave como la piel que rozaba.
Estaba caliente,
Me quemo un labio,
No sabía que era tan candente.
Oscuro como su pelo,
Como el café que ella me preparo,
Antes de que me llevara,
A un nuevo desvelo.
Se confundió la sal con el azúcar,
Se acabó la fantasía,
Nunca la volví a encontrar.
No de la misma manera,
No sabía igual,
Eran sabores diferentes,
Dejo prendido el labio,
Mordí donde no debía,
Acaba con el olvido,
Algo que yo ya sabía.
El café rápidamente se enfría,
Ya dejé de probar su sabor,
Justo en el momento,
En el que ello me beso.
Cogió su bolso
Y se largó,
Entro en mi vida,
Tan rápido como salió,
Entro en mis sueños,
Como la azúcar en el café.
Desde que la deje de ver por la ventana,
Rompió la taza,
Desde que la vi con ese canalla.
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