lunes, 14 de agosto de 2017

El Camino

El camino que llevaba a casa variaba en distintos puntos, en unos era ancho y en otros mucho más estrecho, esto hacia menguar los sentimientos, pues nunca se estaba preparado para afrontar las adversidades de una nueva aventura. El camino nunca era el mismo. A pesar de conocer las distintas variaciones, jamás se presentaban en el mismo lugar; era muy extraño observar más de 2 metros de magnitudes similares. Se presenciaba un enjambre de alucinaciones, todas increíbles, y uno siempre debe estar dispuesto a recorrerlas. Sino se corre el riesgo, nunca ha de llegarse al hogar amado, puedes terminar en lugares desconocidos, en edificios enterrados tras la guerra, en hogares de paso, o incluso en prostíbulos que se encuentran en funcionamiento.

Hay quienes cometen el error de creer que estas vivencias son productos del azar, pero nada puede ser más falaz, todo lo que aparece ante tus ojos es el vivo deseo del subconsciente, la viva representación de los deseos prohibidos. No es raro ver que muchos hombres luego de haber viajado por primera vez a sus trabajos, cuando intentan volver con sus esposas e hijos, en vez de regresar a la casa que se les ha otorgado, terminan perdidos en los vicios que les ofrece el pecado, siendo tan solo un producto de su mente, tan real como cualquiera de nosotros.

Aquel camino, en ocasiones, se parte en pedazos, dejando los cadáveres regados, donde todos los pueden ver. No se precisa de agua o comida dentro de ellos, una vez se ha dado el primer paso; las necesidades fisiológicas se suspenden en el aire, un aire narcótico, y se pueden pasar horas sin probar una sola gota de café o trozo de pan. Mientras pasa el tiempo, aunque el cuerpo no lo sienta, las grasas del abdomen desaparecen, el corazón palpita lentamente y el agua se esfuma, como pequeños lazos de evaporación, a pesar de ser un sueño, una realidad distante. He ahí el motivo por el que aquellos que no salen a tiempo son desprendidos de sus entrañas y tendidos en la acera, cuando todavía son algo reconocibles, pues sus desfigurados rostros, quemados por el sol, apenas pueden distinguirse de las mantas de polvo que cubren el asfalto.

El reloj se detiene y nos deja atrapados en un periplo de tiempo, donde yo no avanzo ni el mundo se detiene, todos nos ponemos de acuerdo para dejar pasar cuanto sea necesario, siempre y cuando no sea suficiente para matarnos. Ha llegado a haber muchachas, incluso señoras, que utilizan tales ecuaciones como tratamiento estético, con resultados que suelen ser positivos; desgraciadamente son pocas las mujeres que trabajan en nuestro bloque. La compañía regula aquellos viajes, aunque el reloj se detenga; no suelen durar más de cinco minutos, desde cualquier hogar hasta la propia empresa, por lo que nadie llega tarde, a menos que se pierda en la inmensidad de su camino, en la alucinación realista y en los pensamientos que lo reconfortan.


Hoy temprano, cuando me preparaba para salir de la larga jornada; antes de abordar el rustico transporte, se detuvo la producción, se taparon las ventanas y se llamó a los médicos, dos sujetos salieron de las curvas discontinuas contando más de 12 horas de estar allí, no paso mucho para que el viento se los llevara, la duración había sido demasiada y el aislamiento quirúrgico, no llego a tiempo. No se llamó a sus esposas, según ellas, ya habían muerto.

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