jueves, 15 de junio de 2017

La Sangre

Hoy no es más que otro momento tétrico, otro día melancólico, un mal día en general. Camino hacia el café y el cielo se torna oscuro, va arrastrando las nubes que andan a mi lado. Me observan, con sus ojos poco a poco me desnudad, me obligan a morir, en plena calle. Aquí, en esta oscura capucha, sigo tratando de encontrar la paz, pero la ansiedad nos consume.

Tras un largo trayecto, que parecía interminable, por fin llego a mi destino, el café de aquella triste esquina, que se encuentra como mi corazón, con la partida de aquella señorita. A excepción de la ilustre ventana, no hay nada que me la recuerde. Con el pasar de los días sigue pintada de rojo, bañada en el néctar de la vida, que después de tanto luchar, fue arrebatado de su cuerpo, yaciendo petrificado en el piso de aquella casa.

Entro y me siento en el mismo rincón, donde llevo asistiendo durante 3 semanas, observando cada persona, cada minúsculo detalle. Recuerdo que esa misma noche me encargaron investigar su muerte, quien podría imaginar que la dulce mujer que se escondía detrás de ese uniforme de mesera se hallaría muerta justo después del trabajo. Me resultaba irresistible ese movimiento de caderas, que además de hermoso, muy delicado, como la punta de sus blancos tacones.

No pude evitar llorar en el momento que abrí la puerta, todas mis ilusiones se fueron al piso en forma de lagrima, gotas que inundaban la calle, uniéndose con la sangre malgastada. Fui el primero y el ultimo en verla, el encargado de desfilar con su pálido cuerpo, adornado por un hermoso vestido rojo, que yacía en el suelo de esa fría casa, con el pecho destrozado, un disparo en el corazón.

Su pelo cautivador, su cuerpo esbelto, y su rostro, dulce como la azúcar, delicado como la loza, ¿cómo alguien pudo hacerle esto?, ni siquiera mi mísero pasado merecería tal final mucho menos su corazón, mi corazón, esa rotura. Hace poco se veía llena de vida. Ahora descansa en un cajón, frío y sin respiros del sol, se desvaneció la mirada de sus ojos, el lunar de su mejilla, el motivo para saldar su muerte.

Analizo el movimiento, sus pasos, los latidos del corazón, cada beso en la mejilla justo en despedidas, que nunca eran un adiós, no hasta hoy. La noche será mi compañera, la luz de esta vela, escaparemos de la mañana. Matare al maldito ruiseñor, el filo de su mirada, antes de que muera el brillo de esta penumbra.

Llega el alba, estoy a un paso de encontrar a la parca, el que una vez acabo con mis sueños, ahora dará un final a mi destino. Debo dar el primer golpe, acabar con este sufrimiento desde la raíz, desenterrarlo de mi razón.

Impaciente, no puedo esperar, llevo un puñal en la mano derecha, mismo que acaricio sus labios, el que atraviese el pecho de este maldito pájaro.

Abro la puerta, aun puedo ver la sangre a mis pies, giro la cabeza y esta hay, frente a mis ojos, me da la espalda. Tomo aire, listo para saldar la deuda, se voltea y se encuentran dos viejas amigas, pistola y puñal. El arma se dispara, poco a poco se tiñe su ropa de rojo, y lentamente muere con un cuchillo en el cuello, culmina su vida. Ya es muy tarde para mí, el piso se baña con nuestra sangre. El agujero que esa mujer me dejo está ocupado por una bala y revive la noche cuando la vi por última vez.


Aún sigue caliente, el líquido de la vida. No puedo cerrar mis ojos, no hasta que venga por mi alma y tranquilo pueda marcharme. Tierra de nadie, solo haces rebosar ríos, mares y manantiales; derrotas a los necios, traicionas a los justos, esparces su maldición. Te tomas su propia sangre. Cada litro, gota por gota.

No hay comentarios: