viernes, 16 de junio de 2017

Suciedad

El mar devolvió cada salpicadura. Las piedras rebotan en la superficie, caen al fondo de la felicidad, destruye las contradicciones. Los segundos corrían en la playa, la amalgama de sentimientos se enterraba bajo la arena, las toneladas de agua se llevaban los recuerdos, los gestos de admiración y las miradas reciprocas, lástima que deje las ilusiones, mortificando hasta el último pecado.

La nube se asoma tras el edificio, derrocha síntomas de tristeza, acaba retomando las traiciones y devuelve los recuerdos con melancolía, desahuciando los atardeceres, a pesar de ser su propio amanecer. Las puertas siempre cerradas, ventanas a más de 10 metros, ni el brillo de las estrellas se refleja en ellos, deja opacada las cortinas, ni las letras, ni la tinta, le recuerdan como murió, renació de la ceniza.

Es más que necesario morir, he muerto varias veces, como el fénix caer en el altiplano, tocar las campanas de la catedral, cuando aquellas cenizas se las lleve el viento, será el momento de rencarnar en la ensenada. Los hoteles no esperan despedidas, meten la pata cuando pueden, empujan al alcohol, ofrecen derroches en las sabanas, a pesar de malgastar cada centímetro de cintura. Respirar profundo, resistir cuando abres los ojos, y por primera vez, ves que no hay nadie, la cama está sola en el vacío, retomando los retazos de tu vida y acaparando los centímetros de verdad.

Olvidar los días, las horas, los minutos, recordar lo innecesario, mientras en el cementerio, se retuercen todos los cadáveres, abren los ojos los hijos del ayer, recaudando impuestos, destruyendo dignidades, vaya tortura de verdad.

Hace falta, ha de hacer falta, un pequeño trago de ternura, un engaño menos en la lista, la felicidad de los pobres, la envidia de quien ha de ser rico. ¿Quién entiende está “su(o)ciedad”? malgastando la sal, tirando azúcar por la ventana, engañando al humilde, engrosando las filas que se guardan tras una columna, columnas de billetes.

Me desperté en la nada, me di cuenta que esas palabras se las ha llevado el viento, se ha calcinado las montañas, la locura de la humanidad, que cuesta un poco de amor, guardad lo demás para los muros, insonoro será mejor, gritos en medio del desierto, espera la melancolía, llegará en cualquier momento.

Desaparecerán los mares, los valles, los ríos, las tardes rojas y las veladas de pareja. Se atrofian en el resentimiento, en las pantallas de celular; lentamente recuerdan las máquinas de escribir, el teclado y el fax, sintiendo por fin las cartas, el telegrama de las 12 y la línea 1 de telefónica.

Ha de volver la tinta, los días en que los niños guardaban monedas de un peso y se gastaban 10 en un libro, a pesar de ganar 2 cada 15 días, ganaban una vida más. Los días en que auditorios se llenaban de poetas y cantautores, con breves cantatas, llenaban de magia los pequeños, y grandes, corazones. Una palabra que ha de definirlo todo, evolución humana. Involución animal, progresiva en el Homo sapiens. Retribuid a los políticos, líderes y genocidios, marcando con sangre las hojas de papel, que antes eran para libros.

Vive, pero vive bien.


Aprende a comprender el reloj.

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