martes, 27 de septiembre de 2016

Dedicatoria a la Lluvia

En noches de eterno dolor, mi fiel y única compañera, fría e inmutable, solos los dos en completo silencio, tus palabras son mudas y las mías no llegan a tus oídos, te los has arrancado para ya no oír a tanto farsante.
Ahora solo lloras, aunque todo se llena de luz, todavía sigue muy oscuro, soledad que empaña mi hombro de tus lágrimas y al mismo tiempo de la mías, es imposible no acompañar tu amargura, porque ya has acompañado las mías, que cada vez empañan más los cristales.
Cristales en los que en plena armonía se dibuja tu cara, mientras al otro lado, pienso en el mañana, el ayer y el hoy, sabiendo que de un momento a otro no podría encontrarte allí, hermosa, alegre como siempre entre tu tristeza, aquella que llena mi alma, la pena, la melancolía, el recuerdo de esa mujer, son más los charcos de sal que acompañan a los pocos lagos de agua.
Recuerdo los días en que no venias sola, la luna te manchaba, aun siendo más tímida lucias más que el sol, que por casualidad nunca parecía, por miedo, miedo a tu mirada, tu sonrisa, tu voz, dulzura, que nuevamente se apaga, para luego volverse más ardiente, así como mi corazón cada vez que vuelve a verla, acompañada de ese rojo paraguas, evitando que tu agresiva aparición, dañe su silueta delicada.

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