¿Cómo no podría tal belleza segar mis ojos?,
tan solo pensarlo ya lo hace imposible, tal hermosura, tal esplendor, es
difícil no notarla, eres la alegría de mis ojos, los pálpitos de mi corazón,
dejas un cuerpo en calma, para un alma inquieta, un par de esferas rebotando
entre mis órbitas, ven una dulce carita, ojos que apagan al sol y hacen arder
la luna, la sonrojan, quemando de emoción al más leve fuego, apaciguando hasta
las más grande tormenta.
Perfecta figura con la que disfruta cada día
mi mirada, uno de los pocos afortunados, gracias a tu infame ignorancia,
siempre te llamo, pero todo suena a silencio, siempre te veo, aunque no veas más
que un ciego, que aun en la espesura de la noche, da gracias, por poder
disfrutar de tan inolvidables placeres.
Da gracias a tu ignorancia, a tu hipocresía, porque
es por ella que no te fijas en su mirada, en mi mirada, que con tanta alegría
te observa, ojos que quisieran poder hablarte, con algo más que no fueran
palabras, tu nombre, que será para mis oídos la más bella combinación de
letras, saber qué es lo que piensas, leer tu mente, oír los solos de guitarra
que solo me guían hasta tu oreja, mirar las letras, los caminos que recorren
tus pupilas, que ya no solo ven pasar hojas en blanco, sino barriles de poesía,
libros de esperanza, de vida y de desamor, ojear contigo las Obras de da Vinci,
Picasso o Miguel Ángel.
En mi mente solo oscila un recuerdo del día
en que me miraste, del día en el que se fundieron mis ojos en tu cuerpo, y los
tuyos en los míos, el corazón por un segundo pareció detenerse, hacerse
infinito, concentrándose solo en tu mirada, en tus bellos ojos color miel y en
tu delicada carita de algodón.
Solo fue un segundo, pero fue más que suficiente,
más que un regalo de la luna, como la misma diosa del sol, el pulso que mueve a
los sastres, la hermosura que la hace confundir con la sangre, con la sensatez
de un rojizo tomate, con la inmadurez que ella solo me regala, que me obsequia
con tan solo una mirada, siempre, entre lo perfecto de tu ignorancia.
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