lunes, 24 de octubre de 2016

La Horca



Estoy aquí atrapado a las 12 de marruecos a las 6 de Holanda, el bosque a esta hora es demasiado oscuro, solo se pueden ver los ojos de los animales observando, los pájaros de la noche esta vez no reparan en sacrificios, ya han perdido un par de plumas y uno ya sufrió una fractura en la pata, no quieren que coma huevo en el desayuno; luego de negociar con dos manzanas de mi última cosecha, al fin consigo mi objetivo.
La noche es larga y las damas no siempre esperan en los balcones, me pongo mi mejor vestido, le pongo candado a la cabaña y me deshago de mis problemas en el tronco del antiguo árbol de mi abuelo, así como el viejo que no aguanto un año más, está ya no aguantara uno más, al final siempre se supera y logra mantenerse de pie otro día mas.
La ciudad estaba como siempre llena de flores y con poca agua, me apresuré a tomar las rosas del primer jardín que encontrara y como todo un Don Juan me dirigí al balcón de la calle 37, a la casa del dueño de la ciudad, allí las luces parecían mas iluminativas de lo normal, ya se notaba el azúcar en el aire, el perfume, la rosa blanca que siempre se posa al lado de la ventana, el dulce que buscan todos los niños, el juguete que le piden todos a su madre.
Allí estaba justo a la vuelta de la esquina, de la nada suenan las campanas de la iglesia y para mi infortunio el rey llegaba al palacio, su padre un hombre alto y acuerpado que día y noche se paseaba por las calles de Dublín, intentaba hacerme el indiferente, intentando solo concentrarme en la luna que se veía reflejada en el rio de sus ojos, en el infinito mar de su soledad.
Sin miedos trepé a columna de mármol y conseguí llegar sin ningún prejuicio al lado de la Jaconda, la mire, acaricie sus mejillas, bese sus labios, sin mediar palabra, nos cubrimos con el edredón y nos vestimos con los cabellos de la luna, y a 5 bajo cero seguía estorbando la ropa, incluso en el invierno de la madrugada.
Llego el día y sin avisar salte a la calle, corrí por la avenida y librándome del ejército de liberación, volví a llegar al bosque, allí estaba la horca sin darme cuenta me agarraron dos desde atrás, cuando volvimos juntos a la cabaña, fuimos a parar justo a la tumba de mi padre, de mi abuelo, de todos mis antepasados, la horca fría, intolerable, vivible pero inservible, hubiera sido peor un tiro entre las piernas, voltee la mirada y allí esta ella, ahora es una rosa gris, porque su vestido negro se combina muy bien con su piel blanca como la nieve, no había sido obra de su padre, había sido un plan suyo, vi a mi hermana, a mi madre y a la abuela que “nunca tuve” todas se parecían a ella, todos intentaron matarme pero solo la horca, la cuerda sobre la que colgaba mi cabeza del árbol que de milagro no se había caído, los ojos y el sexo de esa obra de Da Vinci fueron los únicos que después de 30 años de clandestinidades lograron matarme, príncipe de Francia, fantasma huyendo de los Nazis.
La dama de la noche, la flor más bella entre todos los balcones, la asesina de reyes y la cazadora de corazones, nadie dice nada al rey, en Dublín de la que ella hace nadie se entera, ni su padre ni su madre, ni siquiera el fantasma al que ella se asemeja, solo siguen esperando a que el próximo Salomón tocara su ventana, seguirá siendo la horca que lentamente nos haga, amor.

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