Son los latidos del sol,
los que ocultan la luna, son las marcas del corazón, las que espantan los
arenales.
Murmura a las hojas, al
papel de la navidad, al viento que la roza, palabras perdidas, auto fusiladas
en Vietnam, entierros de felicidad, entre tumbas vacías, bosques de hierro y
ciudades llenas de vanidad.
Venas de sol, granos que
se multiplican, gramos de oro en libras esterlinas, lo mismo que un kilo de
tierra en el jardín del edén; llamas a la letra de mi canción, a la filosofía de
la que se olvida el corazón.
La sombra del palo de
mango de la época, la hamaca que no para de tambalear, de arrullar a la vida,
sonetos de humillación, mentiras de desesperación, lo mismo que aprender sin
saber vivir.
Mordía la dicha de su
ombligo, acunaba a los brazos de la caridad, besaba a la pena de la verdad; no
se puede estar más convencido, odiar y amar se comen en el mismo plato
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